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NUESTRA HISTORIA, MÁS DE 15 AÑOS DE LA ULTRA EN NUESTRA PROVINCIA

Somos lo que queda de nuestros pasos que van haciendo la senda por la que trascurre nuestra vida. Siempre ha estado en mi mente pensar en el legado que dejaremos a los que nos sucedan.  Como nos juzgará la historia ante nuestras acciones y que pensarán de nosotros nuestros sucesores.

Con ese propósito me he decido a contar mi historia, las historia de los últimos  quince años de la ultra en Cantabria. ¿Qué me ha llevado a tomar tal decisión? Es difícil saberlo. Quizás ver como ya no queda nadie de mi quinta, habiéndome convertido, como dirían en la mili en un  abuelo, de la ultra en Cantabria. O quizás ese sentimiento que he comentado anteriormente de que lo que hicimos, por lo que luchamos, no caiga en el olvido y quede para la siguiente promoción de patriotas que vengan en un futuro.

Comentaba con Emilio Mariat hace tiempo que el mundillo era la última frontera frente a un sistema omnipresente, esta última frontera atrae a gente extrema. Desde los mayores truhanes capaces de realizar las mayores bajezas, hasta los más nobles que se sacrifican en busca de los más altos ideales. Un mundo de extremos donde conviven la luz y la sombra. Gente de ese tipo he conocido en mis más de quince años, unos años de lucha que con sus luces y sus sombras  os voy a relatar.

En efecto son quince años donde con pocos medios, mucho esfuerzo y sacrificio partimos a la batalla convencidos de que la pureza de nuestras ideas nos haría vencer al Leviatán al que nos enfrentemos.  Frente a un sistema incuestionable y omnipresente se alzaron voces que cuestionaban dicho sistema, aunque ello conllevará la estigmatización de dichas voces. Esta es la historia de los cántabros descarriados, es la historia de una derrota y es la historia de una esperanza. Si esperanza,  ya que la palingénesis está marcada a fuego en la cosmovisión  de cualquier ultra.  Sin esa esperanza que inunda  las nuevas ornadas hubiésemos perdido la guerra hace mucho tiempo, pero al esperanza es algo que el Leviatán no puede doblegar. No se puede acabar con la esperanza de un mundo mejor.

El lector me tendrá que perdonar algunas licencias que me voy a tomar. Una y principal es al hablar de los hombres y mujeres que he conocido en estos quince años. Muchos ya han rendido sus armas ante la desesperanza, otros se han convertido en crápulas que ensucian nuestras ideas y unos pocos continúan impertérritos en la trinchera. Creo que el lector se conformará en muchos casos con las iniciales o con el nombre de pila o el apodo, no variara para nada la lectura y servirá para alejarnos del chismorreo, de lo que se dice de este o del otro. En el fondo no son más que las vivencias de un ultra más por lo que poco puede importar señalar con pelos y señales a los participantes en la historia. Lo que cuenta es lo que hicimos y cual fue el motivo por lo que hicimos, todo lo demás no deja de ser vanidad.